miércoles, 19 de noviembre de 2008

Inmarcesible

Echarse al camastro y abandonarse al sueño. Valga como poética del presente. El sueño es de amplio abanico y airea desde un marfil hasta una sonrisa. Náufrago en medio de esta roca, isla vestida con un blanco gotelé, observo mi propio estado. Golpea en mi puerta la palabra inmarcesible. Trato de recordar. Todo es en vano. No llega a mi memoria el significado de ese puñado de letras: inmarcesible. Quizás tenga que ver con lo que escribo. ¡Ojalá! ¿Quién sabe?... Me pasé de entusiasmo y exclamé sin arbitrio, presa de un total libertinaje. Me adelanté al punto del relato en el que hasta las comas exclaman. Miro mi juguete y le sonrío. Descansa, de par en par abierto, estirando su espalda encajada la mayor parte del día en mi bolsillo, sobre un colchón que ha sido parte fundamental de esta mi cama durante mes y un tercio. Me sirve de consuelo y me acompaña. Juguete preferido de estos últimos años. Y me alivia el alma, reconocerlo es justo, y hasta el ansia. Ya leí, no recuerdo, pero sí, ya leí hace algún tiempo que sana el escribir. Todo este asunto comenzó con aquel lejano "Echarse al camastro y abandonarse al sueño". Acabará quién sabe en qué ahora, tapado con qué arañazos y a merced de qué extraño. Quizás el extraño sea yo y esta historia me sirva... ¿He dicho historia? ¡Qué osadía!... Otra vez he caído en las redes del énfasis, de la ira, de la emoción , venga de donde venga, y he puntuado con la ya conocida exclamación. Pero vuelvo y termino. Quizás yo sea el extraño y esta historia termine a mi merced. Como creo que sucederá. Como creo que sucede con todas las historias, los camastros, los sueños de marfil y las sonrisas deslavazadas por la vigilia impenitente de esta noche que no termina de apagarse.

2 comentarios:

Val dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Val dijo...

Escribir quizás sane,leerte es reparador, y esa sonrisa sea quien sea, embellece tus letras y las hace (si cabe) aún más verdaderas.