lunes, 21 de abril de 2008

Clareando

Clarea. Empiezo a vislumbrar la brecha de la luz. La grieta que permite iluminar levemente mi rostro. Es un amanecer consecuente y honroso, vencedor de aquella que por un momento se erigió como la noche eterna del alma. Clarea y son las gentes, sus modos, sus sonrisas, las que empujan y apartan de su ocaso al sol, al gran fuego que alguno, desde lejos, llamaría gran estrella, centro de la galaxia. Es una transición, lo sé, hacia la luz. Aunque nada sepa de luz, tan sólo que me falta cuando ando sediento (y ya es bastante). Sin la luz nada crece. Si no se crece es difícil hallar la luz. Bendita paradoja que nos mantiene, alienta y alimenta.

No hay comentarios: