Para entender el por qué sería necesario romperse el cuello o bien calzarse los zapatos del revés. Análisis del hesido que, hoy por hoy, ni ganas ni fuerza de enfrentarme a él –aunque me cure-. Y no...no es la pereza ni el miedo lo que me impide la torsión y el cambio radical en el calzado, sino la certeza de que me necesito tanto para mañana que mirar hacia el ayer significaría una segunda derrota. De vez en cuando, por el rabillo del diablo, veo a aquel muchacho que trataba de encontrarle un sentido a la existencia y echaba el ancla en la noche que preñaba barras solitarias. Me reconozco en él y en ellas, pero punto y final y mariposa siempre a otra cosa hasta ser clavada en el panel del científico. Y de tanto observarme corro el riesgo de clavarme yo mismo el alfiler y exponerme en una casa mía diferente totalmente ajena a mi volar. Ojalá que la ciencia comulgue pronto con mi alma y las batas se llenen de los colores hermosos de mis alas, sin panel ni alfiler que crucifiquen mi natural vuelo y desarrollo. A veces viene la tristeza... Y yo sin Pancho que llevarme al regazo y acunar con mis penas o al que dedicarle unos versos, tal vez un poema. De fondo un piano triste acompaña una canción que mi pobre inglés no logra descifrar. La música existe igual, pese a mi incompetencia. La vida también, pese a mi apatía. Y yo, sobre todo, pese a mi mismo. Alrededor, como siempre, la maravilla. ¡Mira que hay amor, joder, en este puto mundo! Y mira que lo vemos y nos ciega. Y mira que nos ciega y ya...no vemos nada.
viernes, 29 de mayo de 2009
viernes, 8 de mayo de 2009
El héroe
Dependiente de las palabras y las sospechas. Del pendenciero rumor que empapa la almohada al abatirse la noche a bocajarro. Buscando el artificio, el humo y compañía, por las cumbres nubladas del olvido. Suave entra el cuchillo en la garganta cortando en pedacitos la conciencia. Cuchillo afilado en la piedra giratoria del descarnado ayer. Sangre embutida en el charco que empapa los zapatos del héroe. Los baña y torna húmedo y frío el pie que abriga, calzado que lento y suave se desgasta en las aceras curvas de este recto penar. El héroe canta a la luna cada tarde, aúlla de nostalgia como el lobo abatido en la montaña, temiendo al día y a la muerte que arropa el trapo negro. El héroe no encuentra auxilio en ninguna posada. Vaga triste, como un gitano sin puesto en el mercado, ni mercancía que le dé de comer. Voraz, se lanza cada día a la inestable búsqueda, teniendo como meta otro trago perdido y sin pagar. El héroe tiene una larga lista de ausencias, personas que han pasado por su lado, rozando apenas el aire del que se alimenta. Él los conoce bien pues es tan sabio como el salvaje esqueje que se planta en mitad del cemento y florece sin remedio, igual que las palabras de las que depende su latido. Ideas al tropel cabalgan sin montura sobre la larga playa de esta noche, que fue tarde hasta oír el aullido, y antes fue mañana; antes de que las presas supieran ser cazadas. Perdió la corbata en el espejo de la casa del Conde que creyó ser un día. Perdió la chaqueta y el sombrero y halló un hábito de su gusto en el cuero y la gorra que algún desmerecido olvidó en la basura. Tuvo suerte, no obstante, de no encontrar amor en los suelos de gres y las mesas de mármol, en los candiles de nácar y en el techo escayolado con formas sugerentes forjadas por al mano de un artista hambriento de esculpir. El jardín donde ayer paseaba protegido del sol y de la lluvia por cuatro reinas moras se marchitó tan raudo como una flor regada con cristales. Los ventanales, enormes, que daban al estanque, se ahumaron impidiendo la vista. Todo irá bien de ahora en adelante. Ha dejado el palacio en busca del amor, porque el amor, él sabe, se esconde entre los humos que tiñen las copas, se oculta entre el silencio que pinta lo ya dicho.
miércoles, 3 de diciembre de 2008
Eterno retorno
Tengo que reírme. Pero no una sonrisa que pinta plano un fondo en la comisura, sino una risotada dolorosa, de aquellas que te parten y te lanzan a la alfombra en busca de un alivio indeseado. De dibujar dibujo una gran carcajada, tremendo escupir de divertida lava, cuando me hablan del eterno retorno aquellos que nunca retornaron, que nunca se movieron de su verdad. Nada de pegas que pegar, entre otras cosas porque no hay tímpanos que recojan mi risa alrededor. Retornado otra vez, ciclón de las inconstancias saludables, enemigo voraz de mis rutinas, al abrazo oscuro y amistoso que se parapeta tras la barra –defendido de tanto hace ya tantos tanto-. Y qué alegría tan privilegio me arrastra hacia el reír. Y más cuando me hablan del eterno retorno los filósofos de la inacción. Uno encuentra placer en un frontón del que uno conoce su secreto: ninguna bola lanzada regresa del mismo modo tras estrellar su cuerpo contra el muro. Variables y detalles hacen del retornar un hallazgo eterno e inconcluso. Nunca anochece igual. Hasta en los ojos. Y noches diversas paren diversos soles. Nunca es el mismo segundo el que arropa tu delirio, el que llama delirio a tu constancia, el que llama constancia a tu retorno. Y aunque insistan y aparentemente... Yo no sé lo que es parece. Me tengo que reír, iluminado de gozo, al recordar las enseñanzas de las estatuas, ¡altivo de mí! Descerrajo sonrisas sin ánimo de ofender al ofendido nato. En silencio. Solo. Sin gesto que delate la alfombra, el suelo, el volcán, el risible retorno. Alguien lo entenderá, pero no seré yo. Mi papel es otro bien distinto. Expositor de emociones invisibles nunca en venta, expongo mi cachondo pensamiento sin alterar el orden natural, sin arengar a nadie, sin lanzar al mundo a una batalla que retornará a su absurda procedencia. ¿No es como para perder los tornillos en alguna esquina? ¿O será para enlutar el gesto y fustigarse? Nunca bota la pelota de plástico amarillo en el mismo punto del hormigón, y cambia la fuerza y la dirección muda. Es todo extraordinario: la risa y el retorno, el frontón y esta silla, esta mesa, este lugar, camaleón sin nombre dispuesto cada noche a ser absolutamente reinventado, insospechadamente retornado. Viendo el panorama, ¿tengo o no tengo que reírme?
miércoles, 19 de noviembre de 2008
Inmarcesible
jueves, 30 de octubre de 2008
Canto I
miércoles, 22 de octubre de 2008
Nana
Y llega con un raudal desbordante, absolutamente descontrolada, y me hace sudar la gota gorda del amor. “Despierta”, parece decirme con su polifónico susurro encerrado en la pista de la que emana sin pudor hasta mi oído. Y miro a través de la ventana y, quizás porque es un nuevo día, el sol no baña el sueño del salón y es el frío plúmbeo de este otoño el único líder del paisaje. Acato sus órdenes y despierto. Con los ojos bien abiertos observo el letargo muerto a mis pies, veo desaparecer ese letargo, evaporarse hacia quién sabe qué cielo, sobre quién podría adivinar qué nube.
Ahora estamos ambos a solas. Mezclamos nuestras músicas con la maestría del viejo barman de la boca del túnel y nos embebecemos ante la belleza una vez más. Me sonríe la Fortuna con picardía y yo le devuelvo mi sonrisa penitente. Ambos sabemos que mientras caminamos de la mano hacia el abismo impenetrable del sentido se tiran los silencios desde altas torres, suicidas de los que nadie se percata. Ambos ignoramos cuándo emprendimos este camino y, por supuesto, ninguno de los dos puede ver el final del camino ni el fondo del abismo. Pero caminamos de la mano esta tarde que fue de sol y ahora es de sombra, que fue de sueño y ahora es de vigilia, que fue silenciosa y ahora es tan musical como la nana de una madre volcada en el rostro de su recién nacido.