No tuve la suerte de conocerle en persona. Y aunque sí devore sus memorias y compartí su tiempo amarillo, me faltó tiempo. Quise leer en el teatro un poema de Hierro en honor de su ausencia, me faltó valor. Y sin embargo él me recuerda la importancia del tiempo y del valor. Qué suerte que nos quede tanto donde aprender de él a nosotros, cómicos en edad de ser sus nietos y que podamos llorar por su memoria como si de nuestro abuelo se tratara.
domingo, 25 de noviembre de 2007
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