domingo, 9 de marzo de 2008

erre que erre (about Nietzsche)


Cualquier tiempo pasado fue pasado. Y aun cuando trata de encimarse en el presente saltando como “garbancito a la va” es un peso muerto que exceptúa la regla de los pesos muertos y, en vez de duplicar su materia al deshacerse del grávido presente, multiplica el dolor del que lo auxilia y porta por un infinito que lo convierte en pluma. No sé si me explico. Pero me explico hoy, en este presente que muere y muere velozmente y se consume como la luz generada por una resistencia enmarcada en cristal. Intentaré hacerlo más sencillo, para que pueda entenderlo yo, fundamentalmente: cuando la tinta acaba de formar una erre, la erre de formar, por ejemplo, esa tinta, se seca, se muere y pasa de pertenecer del presente del bolígrafo y la mano al pasado de la tinta seca sobre el folio. Esa erre yace, digamos, muerta y lejana y aunque la palabra formar perdure, su perdurar (también terminada en la erre inextinguible) forma parte de un pasado, es parte de aquel instante pretérito en que fue escrita, de la misma manera en que fueron escritos aquellos momentos ya vividos y que, aunque perduren en quién sabe qué folio de nuestra memoria, no son más que tinta seca, inútil para formar otra letra, otra palabra, otro suceso, otro presente. Creo que está más claro. Aunque esta claridad forme ahora parte del pasado... Habría que virar el rumbo y darle esquinazo al pensamiento ocioso, que, aunque nace para aclarar, es turbio en su fondo y provoca remolinos y fuerzas marinas poderosas y absolutamente incontrolables que, si no es hoy quizás sea mañana, pueden provocar el choque del navío y una grieta decisiva para el flotamiento deseable de nuestro casco forjado con armaduras fundidas en tantos desencuentros, materias muertes del pasado presente en este folio, cementerio de tinta negra.




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